domingo, 20 de noviembre de 2011

La segunda línea



En cualquier organización medianamente reglada, los jefes de estas, asumen la responsabilidad de sus fracasos: sucede en los equipos de futbol, cuando los resultados no se dan, primero se va el técnico; sucede en los ejércitos serios y de tradición, ante la derrota, el primero en dimitir es el general; en las grandes empresas, ante las malas decisiones, al primero que se le acepta la renuncia es al presidente; inclusive, en las democracias maduras ante las crisis de Estado, el primero en asumir las responsabilidades, es el mandatario. Caso contrario sucede en las dictaduras, en las empresas con manejo y propiedad autocrática o en las democracias inmaduras, donde a riesgo de su propio capital o por irresponsabilidad con sus representados, se prefiere acabar con la empresa, el Estado o el proyecto, antes que reconocer el error o entender que hay que dar un paso al costado.

La política conservadora de Colombia y Antioquia es un claro ejemplo de esta segunda situación. Un Partido sumido en el desprestigio, con unos pésimos resultados electorales y con muy pocas oportunidades de ser opción de poder en lo nacional, en el corto y mediano plazo. Un Partido que no ha sido protagonista en los últimos años, ni lo es hoy en el ideario nacional, por que los y las “jefes” de primera línea, no han querido entender que su ciclo termino: que posiblemente en el pasado, ellos y sus estrategias fueron exitosos, pero que hoy ya no; que sus emulaciones del pasado se convirtieron en odios y resentimientos, que han querido heredar a sus seguidores y que ello, no ha permitido ni permitirá, tener como objetivo común lo que realmente es importante, ser opción real de poder, no en dos o tres pueblitos, sino en Medellín, Antioquia y Colombia; o que la forma de llegar a esa primera línea, sustentado en alamares burocráticos, en compra y venta de votos o en otros encantos más sensuales, siempre les auguró, como hoy ya es evidente, una fugaz presencia en este nivel directivo.

Es la hora de la segunda línea, de aquellos que con esfuerzo propio, se han preparado académicamente, han hecho un capital y prestigio profesional que les permita hacer la política con independencia y criterio; pero que además, han caminado trocha, que saben lo que es hacer y vivir la política en los pueblos y barrios, que saben cómo promover lideres y como generar opinión. Es la hora que esa segunda línea, que con lealtad ha esperado, inclusive más de lo debido, que no se han vendido, que no se ha “perratiado”, que no quieren heredar rencores; aquellos que tienen claro que ni la política, ni los partidos son propiedad de uno, ni son herramientas para beneficio particular; se junten y asuman la responsabilidad de dirigir este partido y reconstruir el liderazgo que el conservatismo antioqueño perdió.

Ojala los “jefes” de primera línea, entendieran la necesidad de mover la fila, de facilitar el cambio, de pensar diferente y de entregar antes que ser despojados. Y ojala la segunda línea sea capaz de juntarse, de despojarse de egoísmos, de definir objetivos comunes que inclusive permitan mediante el logro de estos, conseguir los particulares; de ser opción seria, de gobernar y de dirigir este maltrecho Partido Conservador.

lunes, 14 de noviembre de 2011

Bicho raro



Han dejado de ser ocasionales los casos en los que personas que conocemos y que han debido someterse a una cirugía abierta de cualquier tipo o que han tenido que recibir tratamiento intrahospitalario por alguna lesión abierta, terminan complicados con una grave infección y con la necesidad de periodos de hospitalización prolongados, con tratamientos con antibióticos de última generación que son supremamente costosos y en el peor de los casos, ya no infrecuente, con alto riesgo para sus vidas y con secuelas severas.

Seguramente, la fe en los profesionales de la salud de la región y la confianza en las instituciones prestadoras de servicios de salud, que hoy se pueden reconocer como las mejores del país, han llevado a que estos casos, sean considerados fortuitos y que simplemente se responsabilice al azar, a la mala suerte del paciente “que no se sabe cómo, se le pego un bicho raro”. Es cierto que la primera condición para que se padezca una infección intrahospitalaria es estar “de malas”, también es cierto que con el avance de la tecnología, sumado al uso indiscriminado de antibióticos, han surgido gérmenes cada vez más peligrosos y resistentes a los productos antisépticos y a los tratamientos convencionales. Pero a la suerte, también se le suman algunas condiciones, no menos importantes, de fácil entrada de los gérmenes a las instituciones hospitalarias y en ellas, a los quirófanos, salas de procedimientos y salas de cuidados intensivos, que habrían de ser los lugares más protegidos; igualmente espacios y tiempos de incubación que permiten que estos gérmenes lleguen al paciente y les produzcan complicaciones tan severas. Ni la fe en los profesionales, ni la confianza en las instituciones, nos pueden hacer desconocer tan grave problema, que ha pasado de ser ocasional y fortuito, a muy recurrente entre quienes reciben atención intrahospitalaria.

Si las instituciones manifiestan su preocupación permanente por enfrentar e innovar para controlar esta situación; si es claro que los comité de infecciones intrahospitalarias funcionan adecuadamente; entonces ¿por qué es cotidiano ver que el personal asistencias y aun el administrativo, viola permanentemente una norma de asepsia básica como es el adecuado uso de la ropa hospitalaria y más aun la quirúrgica? ¿Por qué las instituciones, desde aquella de mayor nivel de complejidad, hasta las de menor, permiten que su personal salga de las aéreas restringidas y re ingrese a ellas con la misma ropa? ¿Por qué se permite que los profesionales, técnicos, estudiantes, salgan de sus casas en las mañanas, utilicen el transporte público, caminen las calles, ingresen a las clínicas y hospitales, hagan sus prácticas o ejerzan su profesión, salgan a tomar un refrigerio a la cafetería, vuelvan a sus labores, salgan a almorzar en la institución o por fuera de ella, vuelvan al trabajo, aprovechen para hacer una diligencia en el banco, la droguería o en el cajero del primer piso, regresen a atender los pacientes, terminen sus jornadas y retornen a sus casas con la misma ropa hospitalaria con la que salieron en la mañana?

Aun que lo parezca, las normas sanitarias son así, simples. Si queremos que este fenómeno no sea cada vez más grave, debemos volver a lo básico y parte de ellos es controlar y reglamentar el uso adecuado de la ropa hospitalaria.

Equivocación y abuso



¿Que es lo que pasa, cuando un gobernante que tiene casi el 80% de aceptación entre sus gobernados, pierde las elecciones, máxime cuando hizo todo lo posible por ganarlas? Es lo que hay que preguntarse con respecto a Luis Alfredo Ramos. Y la respuesta la deberían tener aquellos que en las encuestas opinan en su favor y en las urnas votan en su contra. Indiscutiblemente sus errores fueron muchos, que van desde la equivocación hasta el abuso.

No basta ser o parecer un buen gobernante para garantizar la continuidad, si no se tiene a un buen candidato como posible sucesor, y aquí se presento el primer error: aquel con quien el Gobernador Ramos quiso imponer su continuidad, confundió lo que es ser un buen conferencista con lo que es ser un buen candidato. Sin discusión el doctor Álvaro Vásquez es un buen expositor, sabe manejar y manipular las cifras, goza de capacidad dialéctica y es hábil para enfrentar a los medios, a los periodistas y los debates. Pero carecía de credibilidad, su pasado como militante político y como ejecutivo público y privado, no fueron prenda de garantía para que los ciudadanos le confiaran la responsabilidad de gobernarlos.
.
Segundo error: creyó el doctor Ramos que el poder de la Gobernación seria eterno y que los alcaldes y dirigentes políticos seguirían sujetos a sus dadivas como lo estuvieron para las elecciones de Congreso y para la consulta del Partido Conservador. Se equivoco creyendo que los dirigentes locales y regionales le seguirían comiendo cuento a sus promesas, como lo hicieron cuando le eligieron a su senadora, para ese entonces todavía faltaban casi dos años de mandato y las promesas aun eran creíbles. Incluso para el momento de la consulta, todavía había tiempo de concretar los proyectos no financiados o las promesas no cumplidas y los dirigentes cambiaron apoyos por obras, plata o puestos que podrían llegar en los siguientes siete meses. ¿Pero en octubre ya que? A partir del primero de noviembre nadie en la administración “le para bolas” al que ya se va, más bien, hay que congraciarse con el que llega, por eso, no le respondieron aquellos a los que creyó fieles, que solo lo eran, fruto del chantaje de la gestión pública. Se equivoco creyendo y abuso prometiendo.

Tercer error: abuso el señor Gobernador, de aquel partido que abandonó cuando lo vio decadente y al cual ha querido volver, tomándoselo por asalto. Lo quiso acabar cuando estaba por fuera de él y no pudo; y ahora que “reingreso” está a punto de liquidarlo. Durante su gestión, encontró un partido que en Antioquia tenía seis senadores y lo va a entregar con tres; nueve diputados y lo va a entregar con siete; seis concejales de Medellín y lo entregará con cuatro; sin contar la dramática disminución de concejales y alcaldes en las regiones de Antioquia. Abusó el doctor Ramos, manipulando esa vieja casta de “ex líderes” del partido, que lo único que no han perdido es la capacidad de maquinar componendas clientelistas y de exprimir el poder para beneficio propio.

Solo falta una equivocación y un abuso más, que le otorguen la máxima condecoración del Partido Conservador y lo postulen para ser su jefe.