domingo, 29 de enero de 2012

¡Esta, no va más!

Hace ocho días, escribí una columna que titulé “Tengo la obligación”, esta publicada en mi blog: http://www.carlosmariomontoya.blogspot.com/; Aunque por solicitud expresa que le hice señora Directora, no fue publicada en este diario. La verdad, me arrepentí de lo que allí decía. En esencia, plantee la disquisición sobre la importancia de participar en un gobierno, asumir responsabilidades públicas, proponer, hacer y colaborar con un gobierno; o mantener la total independencia crítica y la posibilidad de opinar, cuestionar y sugerir.

Concluí en esa columna, que me atrevería a no perder de ninguna forma la libertad, la posibilidad de pensar y opinar, la opción de hacer público lo que se cree, incluso, sobre temas que de una u otra forma hacen parte del rol que se asume como servidor público; que botaría el miedo de decir en un medio público, lo que siempre se dirá en privado, que presentaría a la opinión los argumentos que a favor y en contra, me puedan ayudar a tomar la mejor decisión para el bien de todos los ciudadanos.

Creí, que al igual que tengo el compromiso de seguirle demostrando a la sociedad que un político, como muchos orgullosamente nos sentimos, si es capaz de hacer las cosas muy bien. Que así como tengo la obligación de decirle a la tradicional dirigencia política, que aquí hay una generación que no se quiere perder en esas viejas rencillas y que quiere mostrarse como alternativa. Que así como tengo la obligación de responderle efectiva y eficazmente a unos gobernantes que han depositado en mí su confianza y gran parte de sus responsabilidades de gobierno. Así mismo, les y me demostraría que sería capaz de seguir siendo libre, leal a mis principios y pensamientos, incansable en el estudio y el trabajo, pero en extremo prudente con la pluma y con la lengua. Para poder poner la cara y corroborar que no solo es escribir, sino también hacer, cuando las herramientas se nos entregan. Creí entonces que era capaz de mantener esta columna semanal, mediante la cual, he podido expresar mis opiniones con absoluta libertad, gracias al respeto y generosidad de los propietarios y directivos de este diario.

Con las mismas lágrimas de emoción con las que tome posesión de un cargo público hace ocho días, con esa mismas lagrimas que hoy son de tristeza; tengo que decir, inclusive con los mismos textos que justificaron la columna no publicada; que me arrepiento de lo que escribí y creí sería capaz. Soy consciente de mi firmeza y vehemencia, ante y por mis convicciones, a las cuales seguiré fiel por siempre; pero también sé, que en el ejercicio de lo público, se requiere prudencia y en ocasiones mucha discreción, para elaborar mejor los pensamientos y tomar las mejores decisiones. Son muchos los que han depositado en mí su confianza y en honor a ellos, limitaré toda posibilidad, por mínima que sea, que me pueda impedir cumplirles lo que me encomendaron y convertir la esperanza en frustración.

Por eso, efusivo y vehemente como soy, con lágrimas en los ojos y esperando volver les digo, que mientras esté en el servicio público: ¡esta, no va más!

domingo, 22 de enero de 2012

Tengo la obligación



Por la voluntad y amabilidad de las directivas de este diario, durante dos años he mantenido esta columna, en la cual con total libertad, he podido expresar mi pensamiento sobre los diferentes temas que a diario inciden en la vida de los antioqueños. La política, la salud pública, la seguridad, el ejercicio del gobierno, han sido temas que con total independencia he podido tratar en este escrito semanal. Sin embargo, debo confesarlo, ninguna columna tan difícil de escribir como esta que hoy estoy enfrentando.

A lo largo de muchos años, la misma clase política nos hemos impuesto tantas inhabilidades e incompatibilidades, que cuando llega un momento como el que hoy yo estoy viviendo, la primera pregunta a hacerse será: ¿si podre escribir sobre este tema? entonces empieza uno a plantearse la disquisición sobre la importancia de participar en un gobierno, asumir responsabilidades públicas, proponer, hacer, colaborar; o mantener la total independencia critica y la posibilidad de opinar, criticar y sugerir.

Porque no atreverse entonces a no perder de ninguna forma la libertad, la posibilidad de pensar y opinar, la opción de hacer público lo que se cree, incluso, sobre temas que de una u otra forma hacen parte del rol que se asume como servidor público; porque no botar el miedo de decir en público, lo que siempre se dirá en privado, porque no presentar a la opinión los argumentos que a favor y en contra, nos puedan ayudar a tomar la mejor decisión para el bien de todos los ciudadanos.

Comparto con todos ustedes el reto que hoy se plantea en mi vida, ser capaz de no dejar de opinar, de analizar el diario suceder de lo político, lo social y lo administrativo de Medellín, Antioquia, Colombia y el mundo, sin caer en el uso indebido en beneficio propio, de la tendencia política que represento o de la administración pública de la que ya hago parte; de un espacio que generosamente esta casa periodística me ha permitido utilizar.

Así como tengo el compromiso de seguirle demostrando a la sociedad que un político, como muchos orgullosamente nos sentimos, si es capaz de hacer las cosas muy bien, que nos hemos preparado con mucho esfuerzo para brindarle a la sociedad las mejores respuestas. Así como tengo la obligación de decirle a la tradicional dirigencia política, que aquí hay una generación que no se quiere perder en esas viejas rencillas y que quiere mostrarse como alternativa. Así como tengo la obligación de responderle efectiva y eficazmente a unos gobernantes que han depositado en mí su confianza y gran parte de sus responsabilidades de gobierno. Así mismo tengo la obligación de demostrar y demostrarme que seré capaz de seguir siendo libre, leal a mis principios y pensamientos, incansable en el estudio y el trabajo, pero en extremo prudente con la pluma y con la lengua. Para poder poner la cara y corroborar que el cuento no es solo escribir, sino también hacer, cuando las herramientas se nos entregan.

domingo, 15 de enero de 2012

Al lado de una quebrada



Entre muchos otros, tengo el gran defecto de hablar en tono alto, pero como de lo malo siempre hay algo bueno; en muchas ocasiones me preguntan que si es que crecí al lado de una quebrada, y con orgullo respondo que sí. A falta de una, tuve la fortuna de crecer entre el rio Cocorná, el Caldera, el Santo domingo y el Melcocho, grandes tesoros, al lado del Samaná, y el Nare de la zona de bosques del oriente antioqueño. Pude crecer entre trapiches paneleros, pateando el café que los viejos ponían a secar en la plaza del pueblo, andando entre bosques por caminos veredales y de pasarla saltando entre piedras y charcos, disfrutando de charco negro, cosquillitas, la liza y la cristalina, en la quebrada guayabal; de la vega, la trinidad, maría parda, el siete, el ocho, calderas, pailania, las palomas y muchos más paraísos de Cocorná, San Luis y San Francisco. Son los bosques y las aguas, sin duda, el gran potencial de desarrollo con el que pueden contar los municipios del mal llamado oriente lejano, más bien los de los bosques húmedos tropicales de Antioquia.

Además de todo lo malo que sucedió con la presencia paramilitar y guerrillera en esta zona de Antioquia, era desolador ver estos espacios siempre frecuentados, solos y custodiados por actores armados, despreciados y temidos. Pero como de todo lo malo hay algo bueno, con un alto costo humano y cultural injustificado, durante este tiempo las cuencas se recuperaron, los bosques reverdecieron, la fauna silvestre repobló y las aguas se limpiaron de nuevo, aunque el dolor quedo, también de él nos recuperaremos.

Causa mucha alegría ver como hoy el turismo ha vuelto, como los antioqueños de todos los estratos pueden encontrar en estos municipios, a muy poco tiempo de Medellín, lugares para visitar en familia y con amigos, totalmente gratuitos, con el mejor clima y total seguridad. Hay que resaltar esfuerzos como los que hacen los propietarios de Tierra de Agua - eco hotel el Algarrobo en Cocorná, por construir y prestar servicios turísticos, utilizando en forma sostenible los recursos naturales y protegiéndolos de todo riesgo. Pero también hay que llamar la atención por lo que en muy poco tiempo puede pasar, si no se toman medidas drásticas y oportunas para proteger este gran potencial.

Tiene hoy la Corporación Cornare con los municipios, la obligación de regular y normatizar la utilización de estos recursos y la explotación turística que se hace de ellos. No se observa ni en los visitantes, ni en los oriundos, cultura o conocimiento mínimo de la forma de usarlos, garantizándole a las futuras generaciones las mismas posibilidades. Habra que regular la carga poblacional que por periodo de tiempo puedan utilizar en estos lugares, establecer zonas protegidas y zonas de veda, regulación y control de construcciones, materiales que se puedan ingresar y utilizar en estas zonas (para empezar prohibir el vidrio y el icopor), control de construcciones, diseño y construcción de infraestructura y campañas intensas y permanentes de cuidado y protección de lo que hoy es el gran potencial de esta región, que de no ser protegido en poco tiempo no existirá.