lunes, 14 de noviembre de 2011

Bicho raro



Han dejado de ser ocasionales los casos en los que personas que conocemos y que han debido someterse a una cirugía abierta de cualquier tipo o que han tenido que recibir tratamiento intrahospitalario por alguna lesión abierta, terminan complicados con una grave infección y con la necesidad de periodos de hospitalización prolongados, con tratamientos con antibióticos de última generación que son supremamente costosos y en el peor de los casos, ya no infrecuente, con alto riesgo para sus vidas y con secuelas severas.

Seguramente, la fe en los profesionales de la salud de la región y la confianza en las instituciones prestadoras de servicios de salud, que hoy se pueden reconocer como las mejores del país, han llevado a que estos casos, sean considerados fortuitos y que simplemente se responsabilice al azar, a la mala suerte del paciente “que no se sabe cómo, se le pego un bicho raro”. Es cierto que la primera condición para que se padezca una infección intrahospitalaria es estar “de malas”, también es cierto que con el avance de la tecnología, sumado al uso indiscriminado de antibióticos, han surgido gérmenes cada vez más peligrosos y resistentes a los productos antisépticos y a los tratamientos convencionales. Pero a la suerte, también se le suman algunas condiciones, no menos importantes, de fácil entrada de los gérmenes a las instituciones hospitalarias y en ellas, a los quirófanos, salas de procedimientos y salas de cuidados intensivos, que habrían de ser los lugares más protegidos; igualmente espacios y tiempos de incubación que permiten que estos gérmenes lleguen al paciente y les produzcan complicaciones tan severas. Ni la fe en los profesionales, ni la confianza en las instituciones, nos pueden hacer desconocer tan grave problema, que ha pasado de ser ocasional y fortuito, a muy recurrente entre quienes reciben atención intrahospitalaria.

Si las instituciones manifiestan su preocupación permanente por enfrentar e innovar para controlar esta situación; si es claro que los comité de infecciones intrahospitalarias funcionan adecuadamente; entonces ¿por qué es cotidiano ver que el personal asistencias y aun el administrativo, viola permanentemente una norma de asepsia básica como es el adecuado uso de la ropa hospitalaria y más aun la quirúrgica? ¿Por qué las instituciones, desde aquella de mayor nivel de complejidad, hasta las de menor, permiten que su personal salga de las aéreas restringidas y re ingrese a ellas con la misma ropa? ¿Por qué se permite que los profesionales, técnicos, estudiantes, salgan de sus casas en las mañanas, utilicen el transporte público, caminen las calles, ingresen a las clínicas y hospitales, hagan sus prácticas o ejerzan su profesión, salgan a tomar un refrigerio a la cafetería, vuelvan a sus labores, salgan a almorzar en la institución o por fuera de ella, vuelvan al trabajo, aprovechen para hacer una diligencia en el banco, la droguería o en el cajero del primer piso, regresen a atender los pacientes, terminen sus jornadas y retornen a sus casas con la misma ropa hospitalaria con la que salieron en la mañana?

Aun que lo parezca, las normas sanitarias son así, simples. Si queremos que este fenómeno no sea cada vez más grave, debemos volver a lo básico y parte de ellos es controlar y reglamentar el uso adecuado de la ropa hospitalaria.

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