miércoles, 13 de enero de 2010

¡QUE VIVA LA FIESTA!


¡Claro! después de la fiesta viene el guayabo y el remordimiento, podrá decir cualquiera, y posiblemente sea lo que hoy me está sucediendo. Pero sin embargo, creo que se justifica hacer una reflexión sobre lo que son y deberían ser las tradicionales fiestas de los municipios.

Durante estos primeros días del año 2010, en muchos de nuestros pueblos colombianos y antioqueños se celebraron fiestas, con muchos nombres y seguramente con muchas motivaciones, pero fundamentalmente lo que siempre se busca es el reencuentro de los paisanos, el regreso a casa de aquellos que por cualquier motivo partieron de su terruño y la reintegración de las familias. Esto justifica las festividades, la alegría de los residentes y visitantes, el entusiasmo de volver a ver a sus amigos, a sus familiares y los paisajes de infancia. El querer y poder estar de nuevo allí, caminando sus viejas calles y conociendo las nuevas, justifica muchos sacrificios.

Pero después de “tanto gozo” también nos tendremos que hacer varias preguntas. Para mí, una que es fundamental. ¿En torno a que nos estamos congregando? Y después muchas otras ¿son verdaderamente celebraciones de tradición y de cultura? ¿Quiénes realmente las disfrutan? ¿Realmente si es una celebración? Pues a riesgo que muchos me critiquen, creo que hay muchas cosas que revisar. ¡Que pasamos bueno!, eso es indiscutible, pero ¿construimos algo de tradición y cultura para el futuro? aquí si me caben algunas dudas.

En la mayoría de fiestas municipales a las que pude ir, nos congregamos para presenciar y “disfrutar” de unos espectáculos generalmente musicales, la mayoría con géneros poco tradicionales de nuestras regiones y que por supuesto, habrían de prolongarse hasta altas horas de la madrugada. En todos con un desbordado consumo de licor en las personas de todas las edades y géneros, y por supuesto no faltó la consecuencia de la combinación de multitud, licor y sentimientos a flor de piel.

En muy pocos municipios se vieron muestras artísticas de cualquier género, que fueran representativas de la cultura local. Pero lo que más tristeza me causa es no poder decir que son fiestas para disfrutar en familia, a menos que pretendamos que nuestros hijos desde muy temprana edad trasnochen y adquieran el hábito del licor. Mínimas y en algunos casos totalmente ausentes las actividades para niños y jóvenes. Definitivamente nuestras fiestas tradicionales de pueblo se volvieron parrandas, que si bien dejan algunos ingresos para los comerciantes, también dejan ejemplos qué si nos detenemos a evaluar, no son los que quisiéramos para nuestros hijos.

¡QUE VIVA LA FIESTA! Que viva la parranda y la celebración, pero que esta sea también de cultura y tradición y que en ella quepan todos los de la familia. Señores alcaldes, señores concejales, señores líderes cívicos, señores comerciantes, señores directores de cultura, ¡algo tendremos que hacer!

Una anotación: “Después de ser parte de los malos ejemplos, parrandeando en las fiestas de pueblo”, no voy a dar otro más, por eso no voy a corridas de toros.

No hay comentarios:

Publicar un comentario