miércoles, 7 de octubre de 2009

EL MONO CARNICERO


Quien en su infancia o adolescencia no estuvo sometido a la presencia en su entorno cercano de alguno de esos personajes con los que nunca pudo congeniar. Pues yo no fui ajeno a uno de ellos. Por alguna travesura de la naturaleza, era el hijo de un señor muy decente y discreto que era el carnicero del barrio, pero su vástago, no había heredado ninguna de las dos cualidades que yo recuerdo de su padre, por el contrario, siempre tenía que hacerse notar por algo indecente, esta era una razón por la cual nunca quise ser amigo del “mono carnicero”. Pero había otra de mucho más peso, este personaje tenia la fama en el barrio de coger los gatos, rociarlos con gasolina y prenderlos vivos. Gracias a Dios nunca lo vi, pero el solo rumor me hizo detestarlo.

Cuando en nuestras tertulias de esquina, nos desvelábamos soñando y prediciendo que queríamos o habríamos de ser en el futuro, siempre nuestros augurios no fueron positivos para el “mono”, por el contrario siempre lo imaginamos como el “árbol torcido que nunca enderezaría su rama”. Ni sus ex amigos, ni sus familiares saben si aún vive, pues después de terminar el bachillerato y prestar su servicio militar, nunca más se volvió a saber de él. No creo que hoy sea un filántropo dedicado a servir a la humanidad o por lo menos un hombre de bien al que le preocupe los problemas de los demás.

Nuestra generación, la de los padres de hoy, tenemos la responsabilidad de educar a nuestros hijos en la solidaridad y el respeto para con nuestros semejantes. Las nuevas generaciones entenderán que lo ajeno no se sustrae y que lo que no es nuestro se respeta; si no nos ven comprando la fauna silvestre que es en forma inmisericorde arrancada de su entorno y si desde pequeños entienden que tener una mascota implica unas obligaciones de cuidado y protección serán responsables con la sociedad. Los adultos del mañana serán justos, cuando vean que aquellos animales que trabajan para nuestro beneficio y nuestra protección, cuentan con las mejores condiciones de bienestar en su cuidado, en su labor y al final de su capacidad laboral. Nuestros hijos desde hoy y para siempre, sabrán que como dice Rafael Pombo, “Nadie debe divertirse con los dolores ajenos”, mientras no nos vean sometiendo a otros seres vivos a actos degradantes, salvajes y dolorosos para supuestamente nuestro disfrute.

Los colombianos, solo seremos capaces de pedirle a las diferentes generaciones respeto por la vida de todos los seres humanos, en tanto tomemos la firme y radical decisión de respetar la vida de todos los seres que nos rodean. Este además de ser un acto de responsabilidad, es una acción de pedagogía, que nos permitirá de la forma más hermosa, ofrecer y adquirir las herramientas necesarias para que nuestro presente y el futuro de nuestros hijos, no sea como el del “mono carnicero”.

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