jueves, 1 de octubre de 2009

¡¡¡MATAME FUTBOL MATAME!!!


Después de varios años de sostener una tímida relación, esa fría noche del 31 de mayo de 1989, por fin se llegó la hora de sellar de una vez por todas y para siempre mi amor por el futbol y por mi verde del alma. ¿Cómo no hacerlo?, si después de ocho horas de viaje, tres de fila, y seis y media de espera para ver el pitazo de arranque, los verdolagas me corresponden con nada más y nada menos que con la Copa Libertadores de América de fútbol. Era definitivo, acompañaría a mi equipo por siempre y a donde fuera.

Once años duró mi fanático romance, hasta que una tarde del año 2000, cuando por culpa de mis padres no fui a ver el clásico de la montaña, para cumplirles la promesa de llevar a su casa a mi niña de tan sólo un año, una horda de bandidos con camisetas del rojo intentaron voltear el carro en el que íbamos, por la simple razón de que quien lo conducía, para mitigar la pena de no ir al estadio, se vistió con la camiseta del verde. Aún hoy no entiendo como logre salir de tan aparatosa situación. Desde ese día prometí no volver al estadio a ver partido de futbol alguno.

Hoy no sé si la decisión que tome hace nueve años fue la correcta, pero por lo menos les garantice a mis hijas y a mi esposa, que tendrían un riesgo menos de quedar huérfanas y viuda. Pensándolo bien y ante los acontecimientos que vemos a diario, creo que fue la mejor decisión. No volví al estadio, pero tampoco volví a vestir una camiseta de mi equipo preferido ni de ningún otro. No voy a correr el riesgo que cualquier visitante en bus y trabado, sin razón alguna me apuñale para desahogarse por que su equipo perdió o celebrar por que triunfó. No voy a correr el riesgo de ser uno más en la ya gruesa estadística de los asesinados por hinchas viajeros que no tienen reparo en ejercer todo tipo de actos vandálicos por las rutas que transitan.

Los únicos que parecen no darse cuenta de lo que pasa son los dueños y directivos de los equipos. O por lo menos si se dan cuenta, quien sabe con qué perversa razón se hacen los locos. ¿Por qué ninguno parece preocuparse por el tema? Siguen estimulando que niños y adolescentes descarriados sigan semanalmente discurriendo por el país, no acompañando a sus equipos, sino propiciando las malas costumbres, el vicio y la muerte; degradando un espectáculo que debería ser de esparcimiento familiar. ¿Por qué los equipos siguen reservando la boletería para sus barras de vándalos viajeros? ¿Por qué los directivos siguen patrocinando económicamente a estos rufianes? ¿Por qué los dueños y directivos de los clubes y de la DIMAYOR siguen esperando que el Congreso y el Gobierno dicten normas restrictivas cuando son ellos quienes deben restringir los estímulos a estos vándalos? Señores dueños y dirigentes de los equipos, señores dirigentes del futbol, si bien el problema es de educación y de valores, también es de formación y de estímulos inadecuados, en lo cual ustedes tienen una gran responsabilidad.

Mientras tanto no correré el riesgo de pagar los treinta mil, los sesenta mil o los ciento veintiséis mil pesos que vale la camiseta del verde, según la acera o la tienda en que la compre, para que de cuenta de ella se haga literal el grito de “MATAME VERDE MATAME”.

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