miércoles, 23 de junio de 2010

Miedo a la Secretaría de Salud


Múltiples son los esfuerzos que entidades como las Cámaras de Comercio, Fenalco, Acopi, el SENA, instituciones educativas y universidades, hacen a diario para adiestrar y capacitar a los ciudadanos en diferentes áreas, con el fin que puedan conseguir empleo o generar el propio. A este esfuerzo de capacitación se unen además los entes territoriales que aportan capital, en muchos casos semilla, pero en otros de fomento o inversión, para que cada vez sean más las famiempresas, empresas pequeñas y medianas y aun grandes empresas las que jalonen la maltrecha economía del país, generando fuentes de ingresos para mas colombianos.
No en vano la banca para los microcréditos, hiso merecedor al economista y banquero bengalí Muhammad Yunus en 2006 del Premio Nobel. En Colombia cada semana vemos al Presidente de la Republica entregando microcréditos, al Alcalde y al Gobernador impulsando la banca de las oportunidades y facilitando créditos para la promoción de emprendimientos y el fortalecimiento de proyectos productivos. Pero todo este esfuerzo de capacitación y financiación riñe abiertamente con las políticas de la Secretaría de Salud del municipio de Medellín, que se ha dedicado a perseguir a aquellos pequeños empresarios que a criterio de ellos no cumplen con las sofisticadas normas sanitarias que ellos pretenden imponer.
Equivocada es la estrategia de pretender que de la noche a la mañana los peluqueros de barrio, las manicuristas y aun los grandes centros de estética, al igual que los dueños de pequeños o grandes restaurantes o expendios de alimentos, tengan que hacer inversiones desbordadas para su capacidad so pena del cierre inmediato del establecimiento. Tan desproporcionada es la solicitud de una inversión de un millón de pesos para la que arregla las uñas en Manrique, como los cien millones para el centro de estética en el Poblado. Ambos con toda seguridad o suspenderán sus servicios o lo prestarán en la clandestinidad. Tan alta e imposible es la exigencia de una inversión de quinientos mil pesos para el panadero de Belencito como la de setenta millones para el restaurante estrato 5 o 6 de la calle de la buena mesa. Nadie está solicitando que sean transgredidas las normas sanitarias, máxime en un tema tan delicado como la atención estética o la producción y expendio de alimentos. Pero los comerciantes no podrán estar sujetos a la subjetividad de los empleados de esta dependencia, para quienes lo que hace uno o dos años estaba bien hoy no o peor aún, que la utilización de sus herramientas de valoración y evaluación del estado de cumplimiento de las normas, dependa de la empatía que tengan con quien los atendió en el momento de la visita. Para no juzgar mal, se atribuye a esta última anotación, la única explicación para que en una misma zona, aun cuadra, a dos o más establecimientos comerciales de iguales características no se les aplique el mismo nivel de exigencia.
Es la hora que el Alcalde de Medellín les ayude a los ciudadanos de bien, para que vean a la Secretaría de Salud como una entidad que los acompaña en el cabal cumplimiento de la norma y no aquella a la que hay que tenerle miedo. Pero también le llego la hora a la Cámara de Comercio, a Fenalco Antioquia, a Acopi y muy especialmente al Concejo de la ciudad, de adelantar un debate serio a esta Secretaría, en defensa de quienes quieren obtener sus ingresos de forma honesta e independiente.

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