sábado, 9 de octubre de 2010

La mala hora de Compromiso


Si hoy me aplicaran una encuesta con la Escala de medición de Likert, sobre lo que pienso del estilo de hacer política de Compromiso Ciudadano y de su jefe Sergio Fajardo, entre las opciones: a) muy de acuerdo, b) de acuerdo, c) indiferente, ni de acuerdo ni en desacuerdo, d) en desacuerdo y e) muy en desacuerdo. No tendría ninguna duda en optar por la opción c). Digo esto, para dejar en claro que no tengo por qué ser ni detractor, ni defensor de dicho movimiento, ni de sus dirigentes. Tendría muchas razones para elogiarlos: en un momento los vi como una alternativa fresca, positiva y diferente; le enseñaron a los ciudadanos a darse la oportunidad de votar como realmente quisieran, demostrándoles que haciéndolo así era la mejor forma de elegir bien; igualmente han hecho más transparentes los procesos de contratación pública, entre muchas otras cosas positivas. También tendría argumentos para atacarlos, puede que como alternativa siga siendo positiva, pero ya ni frescos ni diferentes; ya no presentan a nadie nuevo para votar por él, se convirtieron en la misma camarilla de unos pocos que se creen la única opción para todo; y cambiaron la tan criticada burocracia partidista por la burocracia amiguera, que termino siendo igualmente partidista, no azul ni roja, si fajardista. Por eso, sopesando los pro y los contra quedan en cero, en equilibrio, y nada más cercano a la extinción que lo cercano a cero.
Sin embargo, frente a los hechos recientes si asumo una posición, me parece injustificado, para ser respetuoso con quienes difieran de mi, el escándalo causado por el famoso contrato hecho a Sergio Fajardo, para que cumpliera “funciones de candidato a la vicepresidencia”. Creo que su único equivoco fue pecar de sobre legalistas, quisieron hacer tan claros y visibles los gastos del candidato vicepresidencial, que la mejor forma era plasmarlo en un contrato. Ingenuos los que creen que Sergio Fajardo se vendió por 104 millones de pesos o que Mockus lo compró por eso. Un candidato tiene gastos y para ello se estableció la financiación estatal de las campañas, peor fuera que los recursos para sufragar estos, salieran de contratistas o proveedores del estado, o mas grave aun de personajes que no puedan ser presentados.
Igualmente injustificada la reacción de algunos concejales de Medellín, por el supuesto informe descriptivo de cada uno de los miembros de la corporación, hecho como trabajo académico por una asistente del concejal Santiago Londoño, quien con altura reconoció la autoría, pero también anotó que lo había descalificado y desechado como insumo investigativo. Quienes tomamos la decisión de ejercer actividades públicas como la política, de antemano aceptamos someternos al escrutinio y escarnio de quien quiera. Hasta donde se conoce, para hacer este informe no se utilizaron métodos indebidos o ilegales, para saber si un concejal se pinta el pelo, usa anillos, profesa alguna ideología, habla mucho o poco, o tiene actitudes y costumbres indecentes, basta con asistir al recito o departir con él en algunas de sus múltiples actividades sociales. ¿Por qué entonces tanto escándalo? Hay medios de comunicación y periodistas que se refieren en peores términos sobre los políticos y los concejales, mientras ello no raye en la injuria, en la calumnia o en el descredito injustificado, hay que entenderlo como gajes del oficio.
¿Qué es entonces lo que le están cobrando a Fajardo y a su equipo?, ¿por qué la mala hora de compromiso ciudadano? Creo que se equivocaron señalando y sacando ventaja política de ello, para terminar siendo más de lo mismo. Honrados, al igual que muchos en los partidos tradicionales, pero finalmente iguales en todo lo otro y esto es lo que los enemigos aprovechan y la opinión pública no perdona, una esperanza mas fallida, que finalmente cayó en el remolino de las mismas prácticas políticas tradicionales.

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