miércoles, 6 de abril de 2011

Del atrio al pulpito


Concluido ya, o a punto de hacerlo, el periodo para que en algunos partidos se inscriban aquellos que pretenden ser candidatos a corporaciones o a cargos uninominales, se puede llegar a la eterna conclusión: en la política nacional nada ha cambiado, a pesar de las ya muchas reformas políticas, y que los mismos políticos y las Cortes, han convertido el ejercicio de ella en un campo minado, donde quien la conoce sabe que es muy difícil estar en ella y quien entra, se somete a estar siempre en un alto riesgo personal, social y jurídico.

Se pretendió acabar con la operación avispa, que hacía que un mismo movimiento pudiese entregar varios avales, tratando que cada uno de los candidatos hiciera el mayor esfuerzo y muchos dentro de la misma colectividad pudiesen llegar. Pues ahora se paso a algo peor, las listas con voto preferente, donde cada candidato monta su propia empresa electoral, tratando de ser la mayoría dentro de su lista y poder ser elegido, pero con el condimento de varios riesgos adicionales: uno, que sus enemigos son sus propios socios de lista, que en la campaña se la gastarán toda por derrotarlo y después de ella, lo mismo harán para sacarlo de la curul que obtuvo y ellos no; dos, si los candidatos son más que los cargos a proveer, deberá someterse a una consulta para definir si esta en la lista o no, lo que implica una campaña previa a la de elección definitiva; y tres, como las consultas generalmente son voto amarrado y los candidatos son tantos, se deben definir estrategias diferenciadoras y técnicas que le garanticen que sus simpatizantes salgan a votar, y para esto se necesita plata, ¡mucha plata!

En el caso de las candidaturas a cargos uninominales, se paso del riesgo que cualquiera pudiera ser candidato, al de que los candidatos hagan cualquier cosa para serlo, sin que el primer conflicto desaparezca. Hoy podemos ver como en algunos municipios y aun en el departamento, algunos partidos tienen que inventarse candidatos de la nada, o que todos saben que no están por nada, para que participen en la consulta de un partido y mediante esta vía, legitimen al candidato impuesto o señalado. Caso contrario también es común, el candidato salido de la nada que se pone o se deja poner, para entorpecerle el proceso a aquel que legítimamente está teniendo mayor opción, pero al que como es común, no le falta el mal queriente que solo se preocupa por hacer el daño.

Pero lo más preocupante, es que los partidos no se preocupen por hacerse respetar. Es válido que un ciudadano fruto de un proceso de evolución ideológica se cambie de un partido a otro, pero esos procesos no suceden de un día para el otro, como nos está pasando aquí, donde algunos de la noche a la mañana cambian de partido o incluso en una semana pasan por tres diferentes, solo buscando donde está la oportunidad de obtener el aval. La preocupación no es la doctrina ni la propuesta, es el aval. Está bien que los partidos, sean como las iglesias, donde entra y sale el que quiera, pero que el recién entrado de misa ¡quien sabe…! Entre el atrio y el pulpito hay mucho trecho.

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