jueves, 13 de mayo de 2010

Excarcelados por obra y gracia del bicentenario


Es indiscutible para la mayoría de los colombianos el papel protagónico que la Iglesia Católica ha desempeñado en la historia de nuestra patria. En todo momento el País ha contado con la posibilidad de una efectiva y desinteresada mediación por parte de sacerdotes y prelados. Son muchos más los aciertos que los desaciertos, razón por la cual a diferencia de muchos, valoro supremamente la opinión de la Iglesia ante los temas de interés Nacional, así en algunos casos me distancie de ellos como en el tema al que hoy me refiero.
Por estos días en los que se hacen todo tipo de propuestas, preparativos y anuncios de eventos en conmemoración del bicentenario de nuestra independencia, la Iglesia Católica no falto con su recomendación, que no tiene nada de creativo y por el contrario es la misma que hacen cada que hay una suceso importante, una rebaja de penas a todos los condenados de Colombia. Pues ya lo propusieron con la visita del Papa Pablo VI y luego con el Papa Juan Pablo II, con el cambio de siglo y ahora con motivo del bicentenario. Quisiera saber ¿cuál es la razón lógica y de peso para que los colombianos aceptáramos esta solicitud?
No debería la Iglesia propender por que en un Estado en el cual el sistema de justicia es errático y en muchos casos inexistente, donde todos los días nos quejamos por la falta de justicia, por lentitud en los proceso, por la insignificancia de las penas, por la laxitud en el manejo del sistema penitenciario, por las comodidades de algunos condenados; los delincuentes a demás tengan la posibilidades que sus penas sean rebajadas. ¿Para qué? Para que salgan a las calles a hacer lo mismo que están haciendo un alto porcentaje de los desmovilizados que hoy son delincuentes con sueldo, o para que hagan lo mismo que hicieron guerrilleros como Granda que más se demoraron en salir que en perderse y seguir haciendo de las suyas, o para que hagan lo mismo que hacen los que gozan del beneficio de excarcelación con brazalete que todos los días los vemos delinquiendo desde sus casas o aun fuera de ellas con el aparato puesto.
Como humano y católico en mi caso, no podría alegrarme con la tragedia de aquellos que han caído en el vicio o en la delincuencia, ni mucho menos con la tragedia individual o familiar de aquellos que por un equívoco hoy purgan una pena. Pero tampoco puedo sumarme a la alcahuetería lastimera con la que muchos pretenden espiar las culpas de quienes las tienen y por ellas purgan el castigo que merecen. ¿Y a quien le da lástima de los agredidos, de los robados, de los atracados, de las familias de los asesinados, de los amenazados, de los desterrados, de los desplazados, de los violados? Por los delincuentes, que la Iglesia y los cercanos a ella, pidan que Dios los cuide y los proteja, y en la tierra que con justicia sean castigados.
Muchos que la padecimos, todavía nos dolemos de ver a Elda Nellis Mosquera alias “Karina” en libertad, pagada y protegida por el Gobierno. A fuerza de lidias y en aras de la paz, hemos medio entendido esta condición. Pero ¿a razón de que tendremos que excarcelar y rebajar la condena de tantos que sin ninguna razón nos han hecho sufrir?

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